También encontramos los sistemas de signos mnemónicos para llevar las cuentas que son conocidos en el mundo entero. Los más sencillos y más corrientes son los llamados “palos para contar” utilizados para contar el ganado. Otros ejemplos a destacar en este ámbito aunque ya algo mas complicados son los sistemas que utilizaban los incas del Perú y es lo que denominamos escritura quipu, en la que las cuentas de objetos y seres se indicaban mediante cuerdas y nudos de distintas dimensiones y colores.
Pero debemos saber que ni la del Perú ni las modernas escrituras de nudos empleadas en América del Sur y en las islas Riukiu, cerca de Japón, tienen otro fin que el de dejar constancia de los hechos más simples de naturaleza estadística.
También es necesario mencionar aquí a los wampums de los indios de Norteamérica, que consisten en sartas de conchas, frecuentemente unidas en fajas, que servían como moneda, de adorno y también como medios de comunicación. Los negros Ewe empleaban objetos como recordatorios de proverbios y cantos, de forma análoga a lo que consiguen por medio de símbolos escritos. Podemos observar numerosos ejemplos como los ya citados, incluyendo las llamadas cipreas, una especie de moluscos, que solían ser empleados como medios de comunicación por los negros Yoruba.
Todas estas formas de comunicación junto con otras muchas nos muestran una conexión muy estrecha entre la pintura y la escritura. Lo que es perfectamente lógico, puesto que la manera más natural de comunicar las ideas por medio de signos visibles se consigue por la imagen plástica. Para los primitivos, una pintura desempeña de forma imperfecta las funciones que cumplen en los tiempos modernos la escritura. A través del tiempo, la pintura se desarrolla en dos direcciones. La primera es el arte pictórico, en el que las pinturas continúan reproduciendo con fidelidad mayor o menor, objetos y sucesos del mundo circundante en una forma independiente del lenguaje; y la segunda es la escritura, en la que los signos, retengan su forma pictórica o no, se convierten finalmente en símbolos secundarios para nociones de valor lingüístico.
Centrándonos en la escritura, debemos hacer gran hincapié en la enorme diferencia entre la etapa semasiográfica de la escritura (que expresa sentidos y nociones vagamente relacionadas con el habla) y la etapa fonográfica (que expresa el habla), debido a las controversias que se suceden continuamente acerca de la definición de escritura. Los lingüistas que definen la escritura como un recurso para dejar constancia del habla por medio de signos visibles y para los que el lenguaje escrito es equivalentemente gemelo del hablado muestran poseer escasa apreciación del desarrollo histórico de la escritura y son incapaces de ver que semejante definición es inaplicable a sus primeras etapas, en las que la escritura solo expresaba en parte el lenguaje hablado. En cambio, los filólogos que creen que la escritura, incluso después de introducirse la fonetización, fue utilizada para dejar constancia o transmitir tanto la idea como el sonido, no comprenden que cuando el hombre descubrió un sistema de expresar formas exactas de la lengua por medio de signos escritos, la escritura perdió su carácter independiente y se convirtió en gran parte en un sustituido escrito del sistema hablado.
Bibliografía: Historia de la escritura, Ignace J. Gelb
miércoles, 12 de marzo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario