Al intentar reconstruir las primeras fases de nuestra cultura nos apoyamos principalmente en fuentes del antiguo Oriente. Esto es quizá mucho más cierto de la historia de la escritura que de cualquier otro hecho cultural. Allí, en tierras de sumerios, babilonios, asirios, hititas, cananeos, egipcios y chinos, la azada del excavador ha descubierto durante el siglo último miles de documentos que han enriquecido extraordinariamente nuestro conocimiento y han abierto nuevas vías de investigación. No podría pensarse ni siquiera en esbozar la historia de la escritura sin tener en cuenta las fuentes escritas del Oriente antiguo. Pero con frecuencia tropezamos con grandes lagunas en nuestra información. A medida que retrocedemos en el tiempo disminuyen las fuentes a nuestro alcance. El problema, de sumo interés, de los “orígenes” de la escritura se encuentra envuelto en una nube de misterio y es tan difícil de interpretar como los “orígenes” del arte, la arquitectura, la religión y las instituciones sociales, para citar tan sólo unos pocos de los aspectos importantes de nuestra cultura.
Los restos escritos de pueblos primitivos como los indios americanos, los bosquimanos de África, o los aborígenes australianos, aunque disten mucho de lo que hoy llamamos escritura, constituyen un valioso campo para comprender cómo los hombres aprendieron a comunicarse entre sí por medio de signos visuales. En nuestra investigación no debemos olvidar las escrituras artificiales desarrolladas por los nativos bajo la influencia de los hombres blancos, con frecuencia misioneros. La historia de estas escrituras nos señalan las diversas etapas recorridas antes de alcanzar la forma definitiva. El conjunto de estas etapas se asemeja estrechamente a la historia de la escritura en su natural desarrollo.
Otra vía fructífera la proporciona el estudio de la psicología infantil. Con frecuencia se ha observado que las actitudes mentales de los bebés y de los niños se parecen a veces a las de las sociedades en estado más primitivo. Uno de los puntos de similaridad más importante es la tendencia hacia la especificación concreta. Igual que un niño dibuja una línea vertical y la explica como el árbol que crece enfrente de la casa, los hombres primitivos suelen asociar con cosas y hechos concretos del mundo que les rodea. Esta tendencia en la escritura y en el dibujo es consecuencia del carácter de su lengua que busca expresión con una terminología concreta y específica.
Otro punto de contacto interesante puede establecerse por el estudio de la dirección y la orientación de signos en los dibujos infantiles y en las escrituras primitivas. Se ha observado que los niños dibujan representaciones de cosas sin guardar las proporciones correctas y sin ningún sentido aparente de orden o dirección. Incluso un niño que aprende a escribir traza con frecuencia signos de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, sin llegar a percibir ninguna diferencia en las dos direcciones. Fenómenos similares relativos a la dirección y orientación de los signos suelen observarse en casi todas las escrituras primitivas.
Bibliografía: Historia de la escritura. Ignace J. Gelb. Ed. Alianza Universidad
lunes, 24 de marzo de 2008
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